Cuando se apaga la ciudad, se enciende la memoria
Parece sencillo, pero más de nueve horas sin luz bastan para que la ciudad entre en caos e incertidumbre.
Agradezco profundamente a la red de mujeres que tengo en este país y en mi vida; agradezco a la mujer que decidió acompañar mi vida y a quien yo decidí acompañar también. Sobre todo, agradezco a mi amiga, la que en algún momento me brindó un kit de herramientas emocionales que han sido necesarias para sobrevivir a este —y a tantos otros— momentos de mi vida.
En situaciones así, se nota con claridad la importancia de las cosas que te dan tranquilidad. Si yo no hubiera tenido un cuaderno, un lápiz y tinta en mi mochila, mi cabeza habría sobrepensado todo demasiado. Pero gracias a que los tenía, pude hacer retratos y escribir narrativas del evento.
Dos horas en la parada
Pasé dos horas en la parada del camión intentando ir al trabajo. Durante ese tiempo, vi de todo. Pero también vi la conciencia de las mujeres en esta ciudad: mujeres que se organizaron para acompañarse unas a otras caminando al trabajo, a casa, a recoger a sus criaturas. Mujeres que compartieron el agua y la fruta que llevaban en la mochila.
La fila del autobús era larguísima, y aun así, todas y todos dieron prioridad para que las abuelitas fueran las primeras en subir. Durante la primera hora y media nadie pudo subirse, y cuando finalmente comenzó a moverse la fila, solo cabían una o dos personas por autobús, porque todos estaban completamente saturados.
Lo que también se mostró
Y al mismo tiempo, al otro lado, se evidenció también otra cara de la realidad: hombres jóvenes pasando en sus coches con música a todo volumen, a alta velocidad, ignorando por completo que esa calle era la vía por donde se movilizaban ambulancias, policías, bomberos y los servicios de emergencia.
En su inconsciencia total, disfrutaban del caos, generando más caos. Eso deja muy claro el lugar que creen tener los hombres en esta sociedad.
Risas en el caos
Ya de regreso a casa, en el camino vi gente en los parques, en las calles, madres y padres con sus hijos e hijas. Risas de niñas y niños en todos lados. Al lado de casa hay una escuela y los niños estaban en el jardín de juegos; se escuchaban sus risas y se notaba que estaban contentos.
Seguramente los habían sacado al jardín en vez de tener clase, mientras las profesoras —y toda la plantilla escolar— trataban de solucionar la situación. Ellas estaban al frente, y los niños, felices de haber saltado clase
Nosotras nos reconocemos
Se nota la esperanza. Se nota el lugar que ocupamos las mujeres cuando nos reconocemos entre nosotras.
Y con eso, para mí, es más que suficiente.
¿Y a ti, cómo te sorprendió el apagón?
¿Qué viste, qué sentiste, qué encendiste tú en medio de la oscuridad?
Te leo en los comentarios.